La
disciplina de la imaginación
ANTONIO
MUÑOZ MOLINA
Inicio
En
nuestra etapa de la vida, formativa, escolar a través de las aulas y con las
experiencias de los momentos de predicar con el ejemplo y la enseñanza de
conocer, de aprender, de sentir y adquirir conocimientos, nos encontramos con
una reflexión de la literatura y cultura ofrecida en una conferencia realizada
en España.
A
través de ejemplos nos damos cuenta tanto que la educación y las estrategias
empleadas en las aulas conformadas por alumnos, profesores y autoridades tanto
escolares como de gobierno en muchas ocasiones no son las más adecuadas o
formativas ya que se cubren otros intereses de menor relevancia que estar al
día y no de saber.
Desarrollo
La
reflexión de la literatura y de la enseñanza
en España, educación y cultura. Para entendernos, al reino de la educación, y
los vivos al de la cultura, o al refrán del muerto al hoyo y el vivo al bollo. La
Cultura es el campo del prestigio, la
Educación verdadera relevancia en los periódicos.
La
cultura es un escaparate y una coartada, un lujo. La educación es un oficio
despojado de toda su dignidad pública y
su legitimidad moral. Lo culto no es necesario saber, sino estar al día. El
intermediario no sabe hacer de verdad nada, pero que se las sabe todas.
Ejemplo
1: En una exposición en Madrid acudieron alumnos de enseñanza primaria y de
institutos de bachillerato. Entre dos ámbitos ajenos la educación y la cultura.
Los alumnos para mirar y entender la pintura. ¿Cómo podrían juzgar y disfrutar
esa pintura y mirar esos rostros? No se trata de saber, sino de estar al
día, basta con haber estado en una
exposición, con haber participado en la cultura.
Ejemplo
2: A un concierto de música clásica asisten alumnos de ESO o Bachillerato. Empieza
el concierto y al cabo de unos minutos los chicos se impacientan, tosen, se
aburren, aplauden a destiempo, provocan miradas de disgusto de los acomodadores
y de los entendidos. Es inútil llevarlos a esos sitios, dirán, porque no entienden
de música, sin más hay que devolverlos al gueto de la educación.
Los
escritores se lamentan de la falta de lectores, los concejales de cultura
comprueban con resignación que sus salas de conferencias tienden a permanecer
vacías. Pero nadie parece darse cuenta de que la razón principal, entre el
saber y el estar al día, entre el trabajo lento, disciplinado, y fértil sólo a
largo plazo.
En las
aulas está el mejor público que puede desear un escritor, el más receptivo, el
más limpio de vanidad y de prejuicios; y se les concede ceremonias culturales
organizadas por cualquier ayuntamiento, diputación o comunidad autónoma y escatiman
en bibliotecas o en plazas de profesores.
Si la
literatura si no es útil para vivir, cuando
yo estudiaba hace treinta años era sexto de bachillerato, la clase de
literatura consistía en una ceremonia entre tediosa y macabra. Un profesor de
cara avinagrada subía cansinamente a la tarima con una carpeta bajo el brazo, tomaba
asiento con lentitud y desgana, abría la carpeta y comenzaba a dictarnos una
retahíla de fechas de nacimientos y muertes, títulos de obras, y características
de diversa índole que era preciso copiar al pie de la letra, porque en el caso
de que no supiéramos el año de la muerte de Calderón de la Barca o las cinco o
seis características del Romanticismo corríamos el peligro de suspender el
examen.
La
literatura en ocasiones sigue siendo, una manera rápida y barata de lograr que
los adolescentes se mantuvieran obstinadamente alejados de los libros, por eso
sólo amaremos los libros si nos damos cuenta de que nos son útiles y de que
pertenecen al reino de nuestra propia vida. Leer no es hacer méritos para
aprobar un examen ni para demostrar que se está al día. Como la amistad y el
amor, la literatura es un atributo de la vida y un instrumento de la
inteligencia, de la razón y de la felicidad.
La
literatura no es cultura, sino algo más serio y más elemental. La literatura,
su médula, es una consecuencia del instinto de la imaginación, que opera con
plenitud en la infancia y que poco a poco suele ir atrofiándose, como todo órgano
que se deja de usar.
Para
los griegos, los versos de Hesíodo y de Homero eran la expresión más detallada
y fidedigna de las leyes de la naturaleza y de la memoria antigua de los héroes
y los dioses. Del mismo modo, en esa edad de oro de nuestra primera infancia,
placer y aprendizaje, juego y verdad, imaginación y descubrimiento, eran
sinónimos.
Pero
la imaginación es muy fuerte y tarda en ser vencida. Es entonces cuando los
libros, si nos hemos educado para acercarnos a ellos, nos importan más, intuimos
que ocupan un lugar estratégico en la disputa, con frecuencia desconcertada y amarga,
entre la realidad y el deseo, que por desgracia ya no son evidencias idénticas.
Pero hay veces en que la literatura, fingiendo ser leal a la imaginación y a su
severa responsabilidad de conocer el mundo y averiguar qué lugar ocupa en él
nuestra propia vida.
La tarea de introducir a los
niños y a los jóvenes en el reino de los libros es la de enseñarles que éstos
no son monumentos intocables o residuos sagrados, sino testimonios cálidos de
la vida de los seres humanos, palabras que nos hablan con nuestra propia voz y
que pueden darnos aliento en la adversidad y entusiasmo o fortaleza en la
desgracia.
La
literatura, pues, no es aquel catálogo abrumador y soporífero de fechas y
nombres con que nos laceraba mi profesor de sexto, sino un tesoro infinito de
sensaciones, de experiencias y de vidas que están a nuestra disposición igual
que lo estaban a la de Adán y Eva las frutas de los árboles del Paraíso. La
literatura nos enseña a mirar dentro de nosotros y mucho más lejos del alcance
de nuestra mirada y de nuestra experiencia. Es una ventana y también es un
espejo.
Cunde
desde hace ya demasiados años la superstición irresponsable de que el empeño,
la tenacidad, la disciplina, la memoria, no sirven para nada, y de que
cualquiera puede hacer cualquier cosa a su antojo. Eso que llaman lo lúdico (renovación
pedagógica). Un síntoma de esa tendencia a la pereza y a la falta absoluta de rigor
es la película Amadeus, de Milos Forman. En ella se nos presenta a Mozart como
un cretino al que el genio le ha sido conferido por una especie de capricho de
Dios. Salieri, que es estudioso, perseverante, concienzudo, resulta ser un
fracasado. Mozart, un idiota que no para de reír y de emborracharse y que lleva
la peluca torcida se sienta de pronto al clave y compone una música milagrosa.
El genio, según esta película, y según la creencia que parece imponerse ahora,
no requiere trabajo ni disciplina, sino nada más que espontaneidad, juventud y
descaro.
Pero
todos sabemos, que las cosas han requerido un aprendizaje muy lento y muy
difícil, y que la lentitud y la dificultad nos han templado mientras
aprendíamos. Los mayores logros del
arte, de la música, de la literatura, del deporte, tienen en común una
apariencia singular de facilidad. Se nos educa cosa cada vez menos frecuente
para disciplinarnos en deberes, pero no en nuestros placeres y en nuestras mejores
aptitudes, y por eso nos cuesta tanto trabajo ser felices.
Aprender
a escribir libros es una tarea muy larga, un placer extraordinariamente
laborioso que no se le regala a nadie. Lo que se llama la inspiración, la
fluidez de la escritura, la sensación de que uno no arranca las palabras del
papel, sino que ellas van por delante señalando el camino, sólo llega, si
llega, después de mucho tiempo de dedicación disciplinada y entusiasta. Esos
genios de la novela que andan a todas horas por los bares son genios de la
botella más que de la literatura.
Uno de
los lugares donde más intensamente sucede la literatura es un aula donde un
profesor sin más ayuda que su entusiasmo y su coraje le transmite a uno solo de
sus alumnos el amor por los libros, el gusto por la razón en vez de por la
brutalidad, la conciencia de que el mundo es más grande y más valioso de todo
lo que puede sugerirle la imaginación. La enseñanza de la literatura sirve para
algo más que para descubrirnos lo que otros han escrito y es admirable.
Resumen
desarrollado de la Conferencia pronunciada el 22 de septiembre de 1998.
Cierre
Aprender
a Leer, escribir y dejar que nuestros pensamientos e imaginación gocen de
entusiasmo, placer y explorar que nuestras emociones sean de nuestro interior y
parte de nosotros en cada uno de los momentos que descubrimos y le damos
certeza a lo existente de nuestra imaginación y pensar.
Quedó muy bien explicado el comic, me gustó. Saludos
ResponderBorrarMuy bueno el comic, felicidades! Sin embargo el link que aparece en tu blog y comentaste en el foro para visitarlo, al dar clic nos lleva a la página pero no aparece el comic, por lo cual considero en el foro invita a los compañeros avisitar tu blog desde el cual podrán conocer el comic tan bien realizado.
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